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NO LE GRITES A TU ESPOSA(O)

Bajo ninguna circunstancia le grites a tu esposa(o). A veces quien menos la debe, la paga. La relación matrimonial se ve afectada por un momento de enojo, las palabras suben de tono, la situación se descontrola. Estos momentos son como una fogata que está con una pequeña flama y le agregas un poco de aceite, claro, la flama se incrementa y si no tienes cuidado te puedes quemar. Algo parecido pasa en una discusión en casa con tu esposa(o), la intensidad puede subir si le seguimos agregando frases dolorosas, gritos, gestos que desagradan, las miradas dicen mucho, estamos enojados y ninguno de los cede ante la situación. ¿Qué hacer? Uno de los dos tiene que echar mano de la sabiduría de Dios, que salga a flote, que apague la flama, y lo puede lograr si en lugar de reaccionar salen de tu interior palabras suaves, de amor, de comprensión, no es aceite, es agua que apaga, que tranquiliza. Recuerda siempre este proverbio:


Una respuesta amable calma la furia, una palabra hiriente hace que aumente la cólera.


( Proverbio, 15, 1)




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