En ocasiones confundimos la conversación habitual con el diálogo, el primero se tiene todos los días, al llegar a casa a empezar una charla y ponernos al día, de cómo nos fue en el trabajo, de algún amigo que nos topamos en el transcurso a casa e invitó el fin de semana a una carne asada y que le daría gusto vernos, o platicar de los hijos sobre cómo les fue en la escuela, comentar la noticia que escuchamos en la radio entre muchos otros ejemplos. Esta es la conversación habitual, la de todos los día sin entrar en detalles ni mucho menos estar atento a los sentimientos.
El diálogo es mucho más profundo, más beneficioso. Te puedo comentar tres características para tener un buen diálogo, ¿listos?
Humildad.- Al empezar un diálogo tenemos que ser humildes, estar atentos a lo que nos está platicando nuestro cónyuge, no preparar la respuesta, escuchar con todo los sentidos. No es importante el tema en sí, lo valioso es que la otra parte se vea escuchada, comprendida y apoyada. Ser humildes en todo momento, nadie tiene la razón, solo es escuchar, no debatir, estar atentos en todo momento.
Paciencia.- Puede ser que el tema del diálogo se repita constantemente, te recuerdo, no es el tema lo importante, son las emociones, tratar de percibir la alegría o la tristeza y a lo mejor será por mucho tiempo, el cónyuge no cambia por arte de magia, igual no cambia, solo va mejorando en el tiempo su forma de reaccionar ante sus emociones. No hay varita mágica para cambiar lo que no nos gusta del cónyuge, por ello debemos ser pacientes.
Constancia.- No debemos empezar un diálogo solo cuando estemos alegres, debemos establecer periódicamente un buen diálogo, de pocos minutos para no dar pie a pasar a la discusión. Uno de los dos debe tener la iniciativa, así es, uno tomará la batuta, sin miedo invitar al diálogo y aún más sabiendo los beneficios de unidad que trae al hacerlo.